Cuando hablamos de micelio, tenemos que centrar nuestro discurso en el mundo de los hongos y las setas. Aunque es cierto que lo primero que se nos suele venir a la mente, es la descomposición o putrefacción de las cosas, pasamos por alto el hecho de que el micelio está involucrado en muchas más cuestiones de las que podemos imaginar.
Podríamos decir que estamos ante el auténtico cerebro del funcionamiento de un hongo. El micelio es el responsable de una gran parte de las funciones vitales del hongo.
¿Qué es un micelio?
Para hablar de él y entender cuál es el significado de micelio, es casi tan importante conocer que son las hifas. Estas pequeñas ramificaciones o filamentos, visualmente similares a un hilo, se unen en una única masa para formar el micelio. En el caso de que estas hifas estén divididas, se dice que se trata de un micelio cenocítico. En cambio, si no lo están, hablaremos de un micelio tabicado. Por su parte, el micelio es una estructura que, formada por las mencionadas hifas, están presentes en todos los hongos y las setas. Esta estructura va aumentando de tamaño y extendiendo sus ramificaciones lo que le da un aspecto algodonoso al ojo humano. Un ejemplo de hongo es la Botrytis cinerea, responsable de la podredumbre gris en algunas plantas.
Aunque al hablar de micelios e hifas lo primero que se nos viene a la mente son los hongos, la realidad es que debajo de la tierra existe una gran red de este complejo sistema. Es tal su envergadura que los científicos han llegado a cuantificar la extensión del micelio fúngico existente en los primeros 10 centímetros de profundidad del suelo: 450 cuatrillones de kilómetros.
El micelio y los hongos
La importancia del micelio respecto al hongo es clara: la suma de todos ellos da lugar al hongo. Pero no sólo ese es el papel que juega, sino que es el auténtico regulador de la simbiosis y descomposición de los hongos.
En la descomposición, los micelios son los encargados de obtener los nutrientes a través de las enzimas. Algunas plantas, como la planta del garbanzo, posee unas bacterias en las raíces que absorben también los nutrientes, llamadas rizobios, que hacen una función similar a los micelios. Con los hongos comienza el proceso de descomposición, ya que son los primeros en estar en contacto con la materia orgánica, incluso antes de morir.
Por otro lado, los micelios funcionan como conductores en el proceso de simbiosis con algunas plantas que son incapaces de sintetizar los nutrientes. Es en estos casos en los que aparecen las microrrizas: pequeñas asociaciones simbióticas entre los hongos y las raíces de las plantas vasculares. De esta relación, ambos organismos salen beneficiados. Mientras que las raíces segregan azúcares, aminoácidos, ácidos grasos y otras sustancias orgánicas de interés de los hongos; por otro lado, los hongos convierten los minerales del suelo y materias en descomposición en formas asimilables por las raíces de la planta.
El micelio y las setas
Cuando las circunstancias ambientales son las adecuadas, es posible ver la estructura macroscópica del hongo, llamada carpóforo o esporoma, que es lo que se conoce coloquialmente como seta o callampa. Por tanto, el micelio y la seta mantienen una relación estrecha en la que la unión masiva de micelios acaba originando la aparición de las setas.
Nada en la naturaleza es aleatorio, todo tiene su explicación. Y el desarrollo de la seta no es más que la vía de reproducción sexual que poseen los hongos, gracias a las esporas. Todo ello sin perder de vista que la estructura principal del hongo son los micelios y a ellos debe prácticamente todo su funcionamiento y supervivencia.
No sólo los hongos están creados de micelios, también las setas. Las hifas que los componen, a su vez, pueden ser de diferentes colores y texturas, lo que explicaría la existencia de una diversidad tan amplia en cuestión de hongos. De hecho, las células que componen los hongos son las mismas que componen las setas; no existe diferenciación de tejidos como sí ocurre en el cuerpo humano.
Usos del micelio
Gracias a los micelios de los hongos, que son capaces de sintetizar partículas de petróleo, plásticos e, incluso, pesticidas, son empleados para eliminar contaminantes de los suelos. Este proceso, conocido como biorremediación, está limitado a aquellos casos en los que los contaminantes del suelo resultan tóxicos para los hongos.
Además, los micelios también están capacitados para eliminar sustancias químicas y microorganismos del suelo y el agua, mediante un proceso llamado micofiltración. Lógicamente, esto los ha catapultado como método para mejorar la productividad de los cultivos.
Otra de sus cualidades es servir como aglutinante. Para aprovechar esta propiedad al máximo, suele ser esparcido por caminos forestales con el objetivo de que afiance y estabilice la nueva tierra alterada. Con ello, se logra dar más tiempo a las raíces de las plantas y árboles de la zona para que se extiendan por la superficie fijando el suelo.