Bajo el nombre de mildiu podemos encontrar una serie de enfermedades producidas por distintos hongos que afectan a algunas plantas como la vid, la patata o el tomate. Todas ellas están causadas por distintos organismos de la familia Peronosporaceae.
Los principales afectados por estos hongos pertenecen a la familia de las curcubitáceas. Entre las que destaca el pepino, el melón, la calabaza y el calabacín. Sin embargo, no son sus únicas víctimas, ya que el mildiu puede afectar también a las solanáceas (tomate o patata) y a las plantas pertenecientes a la familia Brassica. En este segundo grupo encontramos el brócoli, la coliflor o las coles de Bruselas.
Tipos de Mildiu
Según el hongo encargado de la enfermedad en cuestión, podemos encontrar varios tipos de mildiu. Sin embargo, todos ellos suelen presentar unas características y sintomatología similares. De hecho, dos de los tipos de mildiu más conocidos y perjudiciales son los que afectan a la vid o las tomateras.
El mildiu del tomate es producido por el hongo Phytophthora infestans. Este hongo es el mismo que ataca también a las patatas, motivo por el que a veces esta enfermedad es conocida como tizón tardía o mildiu de la patata. Es tal la gravedad de su impacto para los cultivos de esta hortaliza que es considerado el responsable de la gran hambruna irlandesa producida entre los años 1845 y 1849, así como de la hambruna escocesa que tuvo lugar entre los años 1846 y 1857.
Por su parte, el mildiu de la vid es producido por el hongo Plasmopara vitícola. La enfermedad producida es considerada una de las más importantes que pueden afectar a los viñedos, atacando principalmente las zonas verdes de la vid.
Causas de aparición
Un alto nivel de humedad (> 75 % durante al menos 2 días) y unas temperaturas relativamente cálidas, entre 10 y 20 º C, son las condiciones necesarias para la aparición de este tipo de hongos. Su afección puede avanzar con mayor velocidad si las plantas presentan heridas o cortes.
Algunos de los factores de riesgo que pueden propiciar este perfecto caldo de cultivo son:
- Ubicación con una baja exposición al sol.
- Riegos excesivos que provoquen encharcamiento.
- Lluvias abundantes o prolongadas en el tiempo.
- Elección de especies que no toleren bien el grado de humedad presente.
- Denso follaje y falta de podas regulares de la planta.
- Exceso de nitrógeno en el sustrato y, por ende, en la propia planta. Esto ocurre cuando se realiza un abonado excesivo, ya que la planta se ve obligada a absorber mayor cantidad de agua y, por tanto, más nitrógeno.
El ciclo completo de esta enfermedad se divide en: germinación, penetración, incubación, eclosión y esporulación en un tiempo de 5-6 días. Solamente la fase de germinación puede llegar a alargarse más de un año. Por este motivo, es importante vigilar de forma rutinaria nuestros cultivos para detectar los primeros síntomas con rapidez.
Síntomas de Mildiu
Lógicamente, la existencia de diferentes tipos de mildiu, así como a las propias plantas a las que atacan, hace que los síntomas de su afectación sean variados. Aunque podemos hablar de ciertos signos que son más o menos comunes a todos ellos, como es el caso de la presencia de manchas irregulares de tonalidad amarillenta en el haz de la hoja. Sin embargo, el daño real lo encontramos en el envés de la hoja en forma de pelusilla blanca. Esta pelusilla no es otra cosa que las esporas del hongo.
En el mildiu de la vid estas manchas se conocen comúnmente como “manchas de aceite”. En fases avanzadas pueden llegar a secar la hoja por completo y provocar su caída o defoliación.
El mildiu puede afectar también a los tallos de las plantas e, incluso, a los frutos que produzcan. De ahí su gran impacto a los cultivos y la necesidad de llevar a cabo un férreo control cuando es detectada. En el caso de los frutos, ya sean uvas, tomates o patatas, el mildiu provoca la aparición de manchas oscuras debajo de su piel. Esto permite la entrada de bacterias que, provocando una rápida infestación, acaban pudriendo el fruto en tiempo récord.
Tratamientos para Mildiu
A pesar de que la prevención sea prácticamente la forma de tratamiento más idónea, cuando sus consecuencias ya son patentes, tan sólo queda recurrir al control químico. En este punto, las opciones son principalmente dos: fungicidas sistémicos o de contacto.
En España, los viñedos suponen un gran porcentaje de los campos de cultivos. Partiendo de la base de que se trata de cultivos destinados al consumo humano, los organismos públicos han creado guías con los medicamentos autorizados para su control. En el caso de la Comunidad de Madrid, estos se han dividido por grupos diferenciando entre:
- Sistémicos
- Penetrante
- Fijación a las ceras cuticulares
- De contacto
Los principios activos recomendados son cerca de 40 en distintas formas de administración. Cada grupo posee unas características que lo diferencian de los demás. Por ejemplo, el fungicida sistémico cuyo principio activo es el benalaxil puede desecar y erradicar las manchas producidas por el mildiu, mientras que el fungicida de contacto a base de hidróxido cúprico no es capaz.
A nivel preventivo, no debemos olvidar airear y realizar podas regulares en nuestras plantas. Existen estudios realizados en la Comunidad Valencia que afirman que no debemos usar fungicidas que erradiquen las micorrizas. Estas pequeñas raíces generadas por algunos hongos ayudan a las plantas a absorber más agua y nutrientes, evitando el exceso de humedad. Y por último, eliminar las partes afectadas de las plantas podemos evitar a tiempo la propagación de la enfermedad.